La elegancia que tenía su lenguaje infundía no solo respeto, sino admiración

Agradezco la oportunidad que tengo de poder comunicar lo que Don Ricardo ha sido para mí y para el colegio.

Yo conocí a Don Ricardo cuando era Director del Colegio Fingoy y con él compartí varios años como profesora de ese colegio.

Lo que más me llamaba la atención era la disciplina que él conseguía, porque era perfecta, los chicos actuaban correctamente y, si en algún momento no era así, la sim-ple presencia de Don Ricardo corregía la situación al momento.

Yo me pregunté varias veces: ¿Por qué logra con tanta facilidad algo que es difícil conseguir? Me doy cuenta del secreto: porque reflejaba muy bien su estilo personal.

¿Cómo era Don Ricardo? El respeto con que nos trataba a los compañeros y a los alumnos, la delicadeza que reflejaba en este sentido y la belleza de sus palabras cuando se dirigía a todos para dar algún aviso o hacer una petición, era de forma poética, muchas veces, que cautivaba y animaba a cumplir lo dicho. La elegancia que tenía su lenguaje infundía no solo respeto, sino admiración. Yo sentía pena porque pocas veces le oía hablar en gallego, ya que sus palabras encerraban una belleza especial.

No era con miedo y amenazas como mantenía la disciplina entre un número elevado de jóvenes y profesores, era su estilo personal con un nivel intelectual poco corriente.

Yo, además, tuve a mi cargo el comedor escolar. Me dio absoluta libertad en los gastos que se originaban. Me demostró una confianza total en el manejo del dinero que yo realizaba.

Su presencia entre nosotros enriqueció notablemente el colegio.